afinidades electivas

Si bien el siguiente párrafo no es representativo del minucioso trabajo lingüístico al que pertenece, no he querido resistirme a la conexión que establece, sinapsis donde antes nada había:

«Rafael Sánchez Ferlosio quiso estudiar filología semítica en Madrid,                                         y se desanimó al verFERLOSIO que los mentores y quienes con ellos medraban tenían reflejos de camarilla. Ahí se ve un rasgo central de la persona: la absoluta intolerancia de cuanto el Holden Caulfield de Salinger (en 1951, el año de Alfanhuí) llamaba phoney. Phoney es el adjetivo que corresponde a las acciones y los productos del farsante. No sé si a Ferlosio le gusta Salinger, y más bien me pega que no. Pero sé que comparten algo de fondo, y que los escritores de esa edad aproximada tienen la distinción de no aguantar farsanterías en mucha mayor proporción que otros colectivos. Lo cual se manifestaba en distintos países, pero era sin duda más obsesionante y definitorio aquí bajo la dictadura, cuando todo lo público era engolado, pomposo y criminalmente hipócrita, mientras que las semiocultas recetas de la oposición, en materia cultural, rara vez pasaban de admoniciones catequísticas.»

Carlos Piera, «Sobre Sánchez Ferlosio y el lenguaje», Revista de libros.

«No me asusta competir. Es exactamente lo contrario. ¿No lo ves? Tengo miedo de que tendré que competir… y eso es lo que me horroriza. Por eso dejé el Departamento de teatro. El hecho de que me condicione tan horriblemente aceptar los valores ajenos y de que me guste el aplauso y que la gente se entusiasme conmigo no lo justifica. Me avergüenzo de ello. Me da náuseas. Me da náuseas no tener el valor de ser una absoluta nulidad. Tengo asco de mí misma y de todos cuantos desean causar alguna especie de sensación. -Hizo una pausa, y de pronto tomó el vaso de leche y se lo llevó a los labios-. Lo sabía -dijo, posando el vaso-, esto es algo nuevo. Los dientes me hacen algo raro. Me rechinan. Casi mordí un vaso hace dos días. Quizá estoy loca de remate y no me he dado cuenta.»

J. D. SALINGER, Franny y Zooey. Bruguera, Barcelona, 1979.

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